lunes, 29 de abril de 2013

Estudio en escarlata



Un cadáver hallado en extrañas circunstancias en una casa deshabitada provoca que los agentes de policía de Scotland Yard se pierdan en divagaciones equivocadas. Y, por si fuera poco, un nuevo asesinato parece complicar aún más la historia. Para resolver el misterio, habría que remontarse en el tiempo a otros asesinatos ocurridos hace 30 años en la ciudad mormona de Salt Lake City... Sólo Sherlock Holmes, gracias a sus implacables poderes deductivos y forenses, será capaz de solventar el crimen.




Estudio en escarlata, publicada en 1887 y basada en un caso real acaecido en Londres, es la primera novela de Arthur Conan Doyle de la saga sobre el mítico asesor detective Sherlock Holmes y su inseparable compañero el Doctor Watson. En esta novela Watson conoce al excéntrico Sherlock Holmes su nuevo compañero de piso y casi enseguida se verá arrastrado al apasionante mundo por el que se mueve el investigador. En este primer caso, con el dúo de amigos al frente, deberán resolver el asesinato de dos hombres y la inscripción que deja el asesino tras los cadáveres: Rache.

Estudio en escarlata es un relato con prosa de época además de rica en adjetivos y refinada pero ágil.
La historia es sencilla y el caso resulta verosímil y entretenido con un final de primera parte que deja al lector con más incógnitas sin resolver que al principio.
La segunda parte del libro, en un primer momento, puede resultar desconcertante, (explicando una historia que parece no tener relación con el caso) pero poco después queda claro que Arthur Conan Doyle juega a engañar un poco al lector para ir desentrañando el caso poco a poco.
Otro de los puntos fuertes de esta novela es el primer encuentro de Watson con Sherlock y el análisis que hace el primero sobre el segundo; en algunos momentos muy divertidos.



Estudio en escarlata es uno de esos clásicos de obligada lectura que además nos presenta a uno de eso pocos (diría que único) personajes de ficción que fue capaz de hacerse mucho más célebre que su propio creador.

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