viernes, 20 de diciembre de 2019

La Princesa Caballero


Érase una vez un bebé a punto de nacer que hacía cola para recibir el corazón que definiría su sexo. Pero antes de que le tocara su turno con Dios un angelote algo gamberro le entregó un corazón de niño. Cuando realmente le llegó la hora con Dios, este le brindó un corazón de niña y la envió a la Tierra. Cuando Dios se enteró del desbarajuste obligó a Tink, el ángel gamberro, a arreglar el asunto y a velar por la niña que resultó ser una princesa. Así pues, la princesa Zafiro se tenía que hacer pasar por príncipe porque debido a las rancias costumbres de la realeza una mujer jamás podría reinar, algo que el Conde Duralmin quería aprovechar a toda costa para que su hijo fuera el heredero legítimo de la corona.


Esta es, a grandes rasgos, la premisa de La Princesa Caballero considerado por muchos el primer shojo de la historia del manga. Pero bajo el embozo de cuento casi infantil encontramos una obra mucho más compleja. Y es que el dibujo inocentón de Osamu Tezuka puede llevar a la falsa idea de que nos hallamos ante un cuento para niños de reyes y princesas. Y aunque eso parece al principio, unas pocas páginas nos muestran las intrigas de palacio que se irán gestando para arrebatarle el derecho a la princesa de ser rey. En ocasiones hasta con muertos de por medio.



Hay que tener en cuenta que La Princesa Caballero es un manga de principios de los 50, y hay que tenerlo en cuenta por los diferentes mensajes que se pueden extraer de la obra. Para empezar, esa dualidad de sexo, esa bisexualidad, esa capacidad de elegir qué y quién queremos ser, un mensaje realmente innovador y transgresor para la fecha y que va apareciendo de forma sutil o más o menos velada a lo largo de toda la obra. Aunque en ocasiones el autor juegue a mostrarnos una princesa que parece extraída de Disney (con escenas en las que Zafiro juega o habla con los animales del bosque de la misma forma que lo hacía la protagonista de La bella durmiente) las críticas a la realeza son visibles; a ese método anticuado y anacrónico de reinar un pueblo, aun cuando el manga está situado en un mundo medieval fantástico. Y por último, y no menos importante, el mensaje de empoderamiento de la mujer, mostrado claramente en ese capítulo donde las mujeres del reino se plantan ante el trato machista y deciden combatirlo. Una escena divertida con mucho mensaje.



En La Princesa Caballero, como buen cómic de aventuras y fantasía que es, encontraremos un poco de todo: personajes con poderes mágicos capaces de transformarse en animales mitológicos, piratas, demonios, enfrentamientos con espadas, maldiciones y triángulos amorosos. Todo eso repartido en 27 capítulos que, más o menos, mantienen el nivel narrativo y visual. Y hablando del dibujo, hay que volver a hablar de la fecha en la que fue publicado el manga, pues mientras a principios de los 50 en España el cómic jugaba con una narración visual lineal y con un único punto de vista, mientras en USA explicaban con un narración en off cualquier nimiedad que ocurría en las viñetas, Osamu Tezuka se atrevía con un estilo muy cinematográfico: picados, contrapicados, zooms… con la imagen siempre por encima de las palabras; y eso sin hablar de su ingenio a la hora de hacer que algunos personajes sean capaces de romper la cuarta pared. De esta forma, Osamu Tezuka, denominado Dios del manga, nos brinda un dibujo sencillo, limpio y bonito con una disposición de viñetas innovadora para la época.



La Princesa Caballero, publicado por Planeta Cómic, es un manga con un dibujo cándido que resulta sencillo en un primer vistazo. Pero tras su aparente sencillez, esconde unos personajes con cierta profundidad psicológica, mensajes muy avanzados para su época y una forma de composición visual impresionante.