jueves, 22 de noviembre de 2018

Sadboi


El arte, una vez abandona las disciplinas más habituales como son la pintura, la música o la escultura, una vez traspasa esa frontera en la que un libro en blanco abierto de par en par, un camastro herrumbroso colgando del techo o una guitarra eléctrica siendo arrastrada por el suelo es considerado arte, muta su finalidad comunicativa y se diluye en un sinfín de mensajes complejos y confusos. Una toalla blanca bien dobladita sobre una mesa, ¿es arte? Una piedra junto a otra de menor tamaño, ¿es arte? Recortar pedazos de una guía de viajes y hacer una pelota con esos recortes, ¿es arte? Los límites de la creación son insospechados, y en ocasiones un timo, y con esta máxima Berliac, el autor del cómic que hoy nos ocupa, nos plantea una pregunta: ¿la delincuencia puede llegar a ser arte?




Sadboi es un delincuente juvenil, un muchacho que cruzó el mar en busca de una vida mejor y solo encontró el despreció de muchos y el beato paternalismo de otros. De familia de acogida en familia de acogida el destino de Sadboi se entremezclará con el del arte. Viendo una oportunidad en este inesperado giro del destino, Sadboi intentará volcar todas las experiencias vividas en su corta vida en montar una performance que no dejará indiferente a nadie.



Berliac es un ensayista, escritor de historias cortas y creador de cómics nacido en Argentina. Berliac también es un gaijin mangaka, o lo que es lo mismo, un autor de mangas que no es natural de Japón. En Sadboi Berliac muestra un dibujo limpio y de línea gruesa que prescinde prácticamente de sombras para dotar de más luminosidad al conjunto. Su estilo toma mucho del gekiga (manga de los años 60 en el que las expresiones de los rostros eran de vital relevancia) y un poquito del pop art. Con esta mezcla, y con una falsa apariencia de simplicidad, Berliac dota a su historia, sobre todo a partir de los rostros de los personajes, de un dramatismo que va in crescendo hasta ese extraordinario momento de clímax que es la performance del final.



Con Sadboi (publicado por Sapristi Cómic) el autor no solo nos muestra el complejo, en ocasiones confuso, a veces tramposo, lenguaje del arte moderno, sino que nos muestra que hay entre bambalinas, cómo se crea una obra y por qué el artista decide llevarla a cabo; a pesar de que ésta pueda llegar a ser un fraude. El protagonista, gamberro algo naíf que se escuda tras una faz de tipo duro, se torna en inolvidable a medida que vamos conociendo toda su trágica historia. Y mediante ese puzzle de recuerdos, Berliac construye una compleja y profunda crítica sobre la integración de los inmigrantes, los esfuerzos que estos llegan a hacer y dónde les lleva su futuro si al final fracasan.

lunes, 5 de noviembre de 2018

Breve crónica de un día en el XXIV Salón del Manga de Barcelona




Que El Salón del Manga de Barcelona bata su récord de visitantes cada año se ha convertido en algo habitual; ha pasado a ser algo tan usual como ver a cosplayers paseando con sus magníficos disfraces o probar alguna de las delicias del país nipón que se sirven en la zona de comida japonesa. La edición XXIV del Salón del Manga ha superado la cifra de 150.000 visitantes, una cifra todavía más relevante si tenemos en cuenta que este año contaba con un día menos.


Exposición de kimonos


Lo primero que llamó mi atención, una vez traspasada la puerta de entrada y tras conseguir el folleto que me guiaría por el salón, es el nombre o rebranding de algunas zonas. Sirva de ejemplo el denominado hasta entonces Taller de gastronomía japonesa y que ahora ha pasado a ser conocido como Nihon Ryori, cocina japonesa en japonés. A ese cambio de nombre había que añadir también el cambio de ubicación. Así que, mientras el año pasado todo lo relacionado con la comida estaba en el Pabellón 1 este año estaba ubicado en el Pabellón 2.1. Un movimiento de stands y talleres que en algunos casos (como el anteriormente mencionado) han resultado un acierto, pero que en otros, como por ejemplo los talleres que habían sido desperdigados por todo el salón, daba lugar a cierta confusión.



Pero vayamos al asunto. Y el tema era que la comida manda. Por ello lo primero fue asistir al Taller de Agemono: tempura, kakiage, furai y tonkatsu, a cargo del chef Julio López, y presentado, como no podía ser de otra forma, por Roger Ortuño, creador de la web ComerJaponés.com. El taller resultó una interesante clase de cocina en la que el chef encargado nos mostró el tipo de frituras que caracteriza a la cocina japonesa; no sin antes hacernos una breve clase de historia para descubrirnos por qué los japoneses aman tanto este tipo de delicada forma de freír verduras, carnes y pescados.

Torneo de volleyball




Reconozco que necesitaba ubicarme, descubrir dónde estaban las zonas que antes sabía a la perfección el lugar en el que se encontrarían. Nada mejor que un paseo, reconocer el terreno y ver qué se cocía en cada pabellón.



En el P.2 se hallaba todo el merchandising, la zona Manga Kids para los más peques de la casa y la zona Manga Sport, un lugar en el que se podían jugar torneos de volleyball, de ping-pong o de básquet o ver exhibiciones de Judo, Kendo o Jiu-jitsu. ¿Quién dijo que ser otaku estaba reñido con ser un buen deportista?




En el P.1 se encontraban todos los stands especializados en manga. Orden, un mejor aprovechamiento del espacio y menos stands conseguían que incluso en las horas de más aglomeración hubiera espacio para pasear y oxigeno que respirar.



Como todavía faltaban unas horas hasta la hora de comer decidí visitar las exposiciones. Entre todas ellas destacaba Lenguaje, objetos y bestias; una exposición que por primera vez dejaba su lugar de origen para plantarse en Barcelona, y todo gracias al Japan Media Arts Festival. En ella se mostraba la humanización en diferentes medios (cómic, televisión, fotografía, etc) de animales y objetos. Una curiosa, y en ocasiones muy alternativa, muestra de en las que destacaban el manga de Beastars de Paru Itagaki y el Blacksad de Juan Díaz Canales y Juanjo Guarnido.







Siguiendo mi ruta disfruté de las grandísimas ilustraciones del autor Dani Vendrell (más conocido como Vandrell), de la exposición de los autores de Escola Joso, de los impresionantes dibujos de la ilustradora natural de LLeida Marta Salmons, del arte conceptual de Gris (el primer videojuego creado por Nomada Studio) y de las magníficas figuras de Tamashii Nations.

La Zona Nintendo ubicada en el Palacio 2


Y de las exposiciones a comer, cruzando por Plaça Univers donde la cantante Nana Kitade lo estaba dando todo ante sus fans. Y es en ese momento cuando me di cuenta que todavía siguen faltando mesas; muchas. Porque no deja de ser raro, e incómodo, tener que comer sentado en el suelo. Y porque es extraño que en la zona de comida japonesa no hubiera ni, al menos, una fila de mesas. Las cuales no hubieran molestado en ningún momento a la normal circulación de gente que intentaba comprar algo que echarse a la boca.



Y tras llenar el buche ¿qué mejor que asistir a una degustación de curry japonés? El encargado era Keita Tanaka. Tan rico como picante.

Una hora después estas bolas serían darumas


Bien, todo no va a ser cocina, así que para acabar qué tal si creo mi propio daruma. En el pabellón 2 se encontraba la Nihongo Experience donde Espai Daruma, expertos en cultura japonesa, podían ayudarme.

Los dinosaurios también lo petan en el salón del manga


Tras cruzar las puertas del Salón del Manga de Barcelona tengo sentimientos encontrados: por un lado tengo la sensación de que han desaparecido algunas cosas y que algunas de las que han sobrevivido todavía no tenían un emplazamiento definitivo y definido. Por otro lado, he de reconocer que se paseaba mejor, que no había aglomeraciones y que algunas de las novedades definen mejor el espíritu del salón. Ahora ya solo puedo pensar en los 25 años que cumplirá El Salón del Manga de Barcelona el año 2019 y que espero celebren por todo lo alto.