Una voz de hombre amplificada que de tanto en tanto suelta un chascarrillo nos lleva hasta Jordi Lafebre que está dando una master class. Lo hace sobre bocetos y páginas ya acabadas de su última obra publicada Lydie. La clase es amena y divertida, descubriendo los entresijos, el gran esfuerzo y trabajo que hay detrás de todo cómic. Las sillas están repletas así que no queda más remedio que verlo de pie.
De aquí a la zona del taller de graffiti. Dos graffiteros manejan con maestría los botes de pintura sobre una pared blanca creando un tipo diferente de arte.
El olor a pintura nos abandona y entramos en una parte del edificio en el que un cartel nos avisa de lo que nos vamos a encontrar a continuación.
Yo, por lo menos, estoy falto de sensibilidad, así que el cartel me parece un conjunto de letras sin sentido.
Para comenzar una bonita foto familiar.
Mirada del otro lado nos enseñan su verdadera cara. Es como cualquier familia pre navideña y post navideña.
La exposición principal de este Salón, Ni muertos ni enterrados, se abre ante nosotros. Posters de películas, fotogramas, trailers y extractos de las mejores escenas y más sangrientas de las historia de nuestros putrefactos amigos.
Portadas de los últimos cómics que tratan el tema, bocetos, y hasta la transformación de los más famosos personajes de cómic en carne andante repleta de gusanos.
A Cobi las Olimpiadas del 92 lo dejaron muerto.
Jazz Maynard ya no se lleva una trompeta a los labios, ahora prefiere un trozo de carne grasienta.
El dulce Bambi se tropieza con su propias tripas mientras canta y baila al ritmo de una canción de Disney alta en azúcares.
¿Qué hay tras esta puerta? Si alguien se ha molestado en hacer algo de bricolaje sobre ella será por algo. Mejor no desmontar la obra de arte.
En esta zona huele a zombie por todas partes y es gracias a los maquilladores que en el taller de maquillaje zombie convierten a humanos con capacidades físicas normales en despojos de carne y tripas.
Si alguien repartiera escopetas de cañón recortado ya estaría en mi salsa.
Con todas las extremidades decimos adiós a los zombies y entramos en la zona de juego Xbox. Aquí unos cuantos viciados se dejan los dedos en carne viva probando la beta del Gear of Wars 3.
Nosotros decidimos probar el Kinect. Saltamos y nos movemos cada uno por su lado como si fuéramos dos epilépticos subidos en un toro mecánico. De esto, por suerte, no hay fotos.
Toca seguir mirando tiendas y comprar algo.
Unas cuentas vueltas por allí, una visita a los lavabos, un vistazo al stand cinematográfico del Capitán Trueno y de paso unas cuantas fotos sujetando el martillo (de cartón piedra) de Thor y el escudo (de madera) del Capitán América.
Mi cabeza dice: Podemos seguir caminando y mirando cosas. Corre, el tiempo es efímero. A lo que mi estómago responde: A comer, cojones.
Compramos unas coca colas que venden al mismo precio que la gasolina en Mad Max y tirados en cualquier rincón nos disponemos a descansar y enfilar el último tramo de este Salón del Cómic de Barcelona.
Con el estómago lleno hacemos la buena obra del día participando en un consurso en el que se sortea páginas originales del dibujante de Tom y Jerry. El dinero de las participaciones se utiliza para dar una mejor vida a gatos callejeros. Pienso en Blacksad. Sí, él se lo merece.
Alef- Thau, de Alejandro Jodorowsky y Nizzoli. Me recuerda a mi infancia-adolescencia cuando leía Metal Hurlant. La nostalgia me puede y lo meto en la saca.
Lobezno Saudade una versión europea del X men con más carisma. Una rareza que me llama su atención con un precio de oferta irrisorio.
Mi pareja opta por el cómic Miss Annie. La historia de una gata muy peculiar que forma parte de la exposición Comicats, de Flore Balthazar y Frank le Gall.
TBO 4 Japan es la exposición de las obras de diferentes autores. Todas ellas serán subastadas y lo recaudado se entregará a la Cruz Roja Japonesa.
De la zona más emotiva del Salón nos dirigimos al escenario para ver el delirante monólogo zombie de Berto Romero y el cosplay zombie.
Berto Romero borda el monólogo y todas las improvisaciones que luego va metiendo en la presentación. Me quedo con una de sus frases al ver como uno de los concursantes se equivoca y baja del escenario metiéndose en su camerino: Se ha metido en mi camerino, ahora tendré que follármelo.
El cosplay muy flojito, con muy pocos disfraces que valgan la pena y con coreografías muy poco trabajadas.
Acabada la diversión en el escenario visitamos el diorama de más de cien metros cuadrados en el que soldados, tanques y material bélico a escala componen la exposición: Maquetes en acció. Panzers contra superherois.
Tras una vitrina los superhéroes y villanos.
Todo llega a su final y esta aventura repleta de viñetas no podía ser menos. Pero traspasamos las puertas del Salón del Cómic de Barcelona con un buen sabor de boca y ansiando que llegué el Salón del Manga de la Farga de Hospitalet. En general es un Then End feliz.
Pd: para una visión diferente y más femenina de este Salón visitad Chocolate Ink.
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