Érase una vez un bebé a
punto de nacer que hacía cola para recibir el corazón que definiría su sexo.
Pero antes de que le tocara su turno con Dios un angelote algo gamberro le
entregó un corazón de niño. Cuando realmente le llegó la hora con Dios, este le
brindó un corazón de niña y la envió a la Tierra. Cuando Dios se enteró del
desbarajuste obligó a Tink, el ángel gamberro, a arreglar el asunto y a velar
por la niña que resultó ser una princesa. Así pues, la princesa Zafiro se tenía
que hacer pasar por príncipe porque debido a las rancias costumbres de la
realeza una mujer jamás podría reinar, algo que el Conde Duralmin quería
aprovechar a toda costa para que su hijo fuera el heredero legítimo de la
corona.
Esta es, a grandes rasgos,
la premisa de La Princesa Caballero considerado por muchos el primer shojo de
la historia del manga. Pero bajo el embozo de cuento casi infantil encontramos
una obra mucho más compleja. Y es que el dibujo inocentón de Osamu Tezuka puede llevar a la falsa idea de que nos hallamos ante un cuento para niños de reyes y
princesas. Y aunque eso parece al principio, unas pocas páginas nos muestran
las intrigas de palacio que se irán gestando para arrebatarle el derecho a la
princesa de ser rey. En ocasiones hasta con muertos de por medio.
Hay que tener en cuenta que
La Princesa Caballero es un manga de principios de los 50, y hay que tenerlo en
cuenta por los diferentes mensajes que se pueden extraer de la obra. Para
empezar, esa dualidad de sexo, esa bisexualidad, esa capacidad de elegir qué y
quién queremos ser, un mensaje realmente innovador y transgresor para la fecha
y que va apareciendo de forma sutil o más o menos velada a lo largo de toda la
obra. Aunque en ocasiones el autor
juegue a mostrarnos una princesa que parece extraída de Disney (con escenas en
las que Zafiro juega o habla con los animales del bosque de la misma forma que
lo hacía la protagonista de La bella durmiente) las críticas a la realeza son
visibles; a ese método anticuado y anacrónico de reinar un pueblo, aun cuando
el manga está situado en un mundo medieval fantástico. Y por último, y no menos
importante, el mensaje de empoderamiento de la mujer, mostrado claramente en
ese capítulo donde las mujeres del reino se plantan ante el trato machista y
deciden combatirlo. Una escena divertida con mucho mensaje.
En La Princesa Caballero,
como buen cómic de aventuras y fantasía que es, encontraremos un poco de todo:
personajes con poderes mágicos capaces de transformarse en animales
mitológicos, piratas, demonios, enfrentamientos con espadas, maldiciones y triángulos
amorosos. Todo eso repartido en 27 capítulos que, más o menos, mantienen el
nivel narrativo y visual. Y hablando del dibujo, hay que volver a hablar de la
fecha en la que fue publicado el manga, pues mientras a principios de los 50 en
España el cómic jugaba con una narración visual lineal y con un único punto de
vista, mientras en USA explicaban con un narración en off cualquier nimiedad que
ocurría en las viñetas, Osamu Tezuka se atrevía con un estilo muy cinematográfico:
picados, contrapicados, zooms… con la
imagen siempre por encima de las palabras; y eso sin hablar de su ingenio a la
hora de hacer que algunos personajes sean capaces de romper la cuarta pared. De
esta forma, Osamu Tezuka, denominado Dios del manga, nos brinda un dibujo
sencillo, limpio y bonito con una disposición de viñetas innovadora para la
época.
La Princesa Caballero,
publicado por Planeta Cómic, es un manga con un dibujo cándido que resulta sencillo
en un primer vistazo. Pero tras su aparente sencillez, esconde unos personajes
con cierta profundidad psicológica, mensajes muy avanzados para su época y una
forma de composición visual impresionante.