El bolígrafo plateado, que durante una eternidad permaneció abandonado dentro de un cajón oscuro, se adaptaba perfectamente entre mis dedos. La punta de éste se deslizaba por el papel con suma precisión, tomando las curvas con el ángulo necesario para convertir mis pensamientos en caracteres cargados de tinta.
- Bienvenido a mi mundo desbordante de imaginación- le dije al bolígrafo mientras enfilaba una recta acabada en signo de puntuación.
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