«Durante casi dos años serví con el capitán Alatriste en
las galeras de Nápoles. Por eso hablaré ahora de escaramuzas, corsarios,
abordajes, matanzas y saqueos. Así conocerán vuestras mercedes el modo en que
el nombre de mi patria era respetado, temido y odiado también en los mares de
Levante. Contaré que el diablo no tiene color, ni nación, ni bandera; y cómo,
para crear el infierno en el mar o en la tierra, no eran menester más que un
español y el filo de una espada. En eso, como en casi todo, mejor nos habría
ido haciendo lo que otros, más atentos a la prosperidad que a la reputación,
abriéndonos al mundo que habíamos descubierto y ensanchado, en vez de
enrocarnos en las sotanas de los confesores reales, los privilegios de sangre,
la poca afición al trabajo, la cruz y la espada, mientras se nos pudrían la
inteligencia, la patria y el alma. Pero nadie nos permitió elegir. Al menos,
para pasmo de la Historia, supimos cobrárselo caro al mundo, acuchillándolo
hasta que no quedamos uno en pie. Dirán vuestras mercedes que ése es magro
consuelo, y tienen razón. Pero nos limitábamos a hacer nuestro oficio sin
entender de gobiernos, filosofías ni teologías. Pardiez. Éramos soldados.»
Corsarios de Levante es la penúltima aventura que Iñigo
Balboa relata sobre su casi padre adoptivo el Capitán Alatriste y la cohorte de
fieles soldados que le siguen. En esta aventura el mote de Capitán cobrará más
sentido que nunca ya que esta vez toda la historia, o casi toda, transcurre en
alta mar. Corsarios, piratas, puertos alejados de la patria, escaramuzas en
tabernas y guerras encarnizadas en alta mar. Esto es Corsarios de Levante ,eso sí, con esa rica prosa a la que Arturo Perez Reverte nos tiene ya más que
acostumbrados. Una prosa sin duda de época que logra que el lector se traslade
a esa España de capa y espada tan bien retratada por el autor. Que no no sólo demuestra haber hecho un gran trabajo de investigación para explicarnos hechos acaecidos en la historia, si no que además introduce a esos personajes de invención propia engañando al lector y haciéndole dudar de la historia de España y de parte del extranjero.
La historia, aunque ahonda muchísimo en la relación de Iñigo
y Diego Alatriste (con algún momento que sin llegar a ser harto paternalista
tocará la fibra sensible de más de uno), es la más floja de la saga (a falta de haber leído
El puente de los Asesinos). ¿El motivo? :No existe el típico misterio que hasta el final se
descubre. No hay un villano a la altura. Incluso las batallas, al ser en alta mar, se vuelven lentas, repetitivas e insípidas (esto último es algo subjetivo).
A esto hay que añadirle todo ese sinfín de jerga marinera sobre
barcos, aparejos y mar en general, que obligarán al
lector (a no ser que sea un entendido) a tirar de diccionario cada dos por tres
o a seguir leyendo y dejar que la lógica saque ese significado por el contexto
de dicha frase.
Pero en esta novela el Capitán Alatriste sigue con sus
andanzas, sus lances y su forma dura pero honorable de ser. Y aunque la novela
tenga sus pequeños lastres no es complicada de leer ni de acabar, ni siquiera
os quitará las ganas de hincar el diente a la siguiente; Sobretodo después de la pequeñas pistas que dejan entrever una nueva novela (El puente de los Asesinos) que como poco y casi seguro superaran a esta con creces.
Tararí—ta—ta...
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