martes, 21 de mayo de 2013

Platero y yo




Platero, un burro color de plata, es el pretexto que sirve al autor para expresar sus emociones más íntimas. Platero y yo (1914) está impregnado del sentimiento de melancolía que caracteriza la primera etapa de Juan Ramón Jiménez. Esta obra de prosa poética es una de las más representativas del autor.

Platero y yo es la historia de un hombre y su burro, de ese amor entre amigos y la explicaciones que el hombre comparte no solo con su burro si no también con el lector. Explicaciones tales como la costumbres de su pueblo, las gentes que por sus calles se pasean, aquellos que nacen y otros que se van para nunca más volver. Pero sobretodo habla del amor que hay que profesar a los animales.



Platero y yo es una de esas lecturas en las que se han despertado sentimientos encontrados en mí. Por un lado la prosa poética tan grandilocuente y rica de Juan Ramón Jiménez (sin ser tan retorcida como la mayoría de la poesía pero recargada en su medida para brillar) me ha encantado. Pero por otro lado la historia en general me ha parecido tremendamente aburrida. Durante todo el libro prácticamente no pasa nada, salvo casi al final, algo que, por otra parte, es muy predecible. 
La relación entre el protagonista y el burrito además de bonita es lo más destacable de la novela (y de hecho el único hilo conductor de ésta), pero también resulta en algún que otro momento empalagosa y lenta. La forma del protagonista de explicar detalladamente y con florituras las costumbres más arraigadas del pueblo son excelentes, pero igualmente aburridas; aún así el libro se puede leer en unas pocas horas.
Platero y yo es un cuento clásico que sobretodo recomendaría a los que disfruten de la buena poesía y si no es el caso al menos a todo aquel amante de la naturaleza y los animales.



"Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto y se va al prado y acaricia tibiamente, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: ¿Platero?, y viene a mí con un trotecillo alegre, que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal..."

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Inserta tu opinión aquí...