En la República del Gran Oriente Asiático está prohibido el rock, esa música decadente. Los jóvenes crecen en un estado totalitario y controlador que promueve la competitividad. Como medida de control de rebeliones, la administración pone en marcha el Programa: cada año, 50 clases de distintos institutos son elegidas para luchar a muerte en la BATTLE ROYALE.
Los alumnos elegidos son aislados en una isla. Las normas del juego son estrictas: no pueden escapar, no pueden contactar con el exterior, y solo puede quedar uno.
Todo está permitido para sobrevivir.Empieza el juego.Empieza BATTLE ROYALE.
Battle Royale es un juego, un juego cruel a la vez que un método de control de masas que el gobierno utiliza cada año entre los jóvenes.
El método es sencillo, el gobierno, primeramente, secuestra a cierto número de estudiantes y los envía a una remota isla. Allí, controlados mediante todo tipo de dispositivos, se verán obligados a luchar a muerte entre ellos con el arma que se les otorga al principio o con las que vayan consiguiendo a base de abatir enemigos. Escapar es imposible y desde afuera nadie acudirá a ayudarles ya que sus familiares serán objeto de todo tipo de amenazas, y si eso no funcionan simplemente son eliminados.
Battle Royale de Koushun Takami es una novela que sin aburridos preámbulos entra en acción casi al instante presentando un sinfín de personajes de complicados nombres que en un principio pueden llegar a atolondrar al lector. A pesar de eso, con el avance de la historia son pocos los personaje protagonistas y muchos los simples secundarios que se dejaran la piel por el camino.
En Battle Royale lo que prima son los asesinatos violentos por la supervivencia y las relaciones humanas. Asistiremos pues a cientos de formas crueles de matar a la par que extraños pactos entre personajes de diferentes y encontradas personalidades. Y sí, también hay amor. Un tipo de amor insulso y demasiado correcto, muy estilo japonés.
Battle Royale es un libro entretenido, que hace reflexionar en contadas ocasiones... pero no pasa de ahí. Y es que esa prosa plana, sin ningún tipo de sentimiento y que en algunos tramos da la sensación de estar leyendo un largo y aburrido telegrama, junto al nulo carisma de sus personajes (también planos) se convierten en un lastre (muy pesado) para la novela.
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