La gente que me conoce dice que cuido mis libros de forma desmesurada, que soy como una especie de Gollum intelectual que se la trae al pairo si le tocan sus joyas pero que enloquece si encuentra una huella dactilar ajena en uno de sus libro. Missss Tesssssoros... En realidad no es para tanto, simplemente me gusta cuidarlos, mimarlos y mantenerlos casi como el primer día sin que por ello me moleste el desgaste leve que pueda producirse por su repetido uso o por el inexorable paso del tiempo. Lo que no tolero es que si te dejo un libro te saltes una de mis normas y por ello describiré que no debes hacer si quieres salir con vida de mi pequeña biblioteca particular.
1) No hagas marcas en las esquinas de las páginas.
Existen unos objetos muy bonitos, de papel, cartón o incluso metálicos, con diversos motivos y dibujitos varios estampados sobre ellos: son los marcapáginas. Y algunas personas (entre las que me encuentro) incluso los coleccionamos. Pero hay otros seres, amantes de la anarquía, que prefieren doblar la esquina de la página en la que han abandonado momentáneamente su lectura, y así hacerle una cicatriz irreparable al libro, porque dicen que es mucho más cómodo y efectivo. A esas personas les digo: ¿Cuándo vais a unos grandes almacenes y aparcáis en esos inmensos aparcamientos, os fijáis en que número, nombre de zona o referencia habéis aparcado, o hacéis una hoguera sobre el techo del coche para que desde kilómetros a la redonda podáis detectar donde habéis dejado vuestro utilitario? Bueno, pues eso.
2) No marques con rotulador fosforescente esa frase que te gusta.
En serio, ¿qué necesidad hay? ¿Queréis que esa preciosa frase brille en la oscuridad y sea visible desde el espacio como dicen que lo es la Gran Muralla China? No, no lo hagáis, No pintéis los libros. Para eso estaban los del colegio (lienzo de artistas en potencia), o incluso las blancas e impolutas paredes que nos brinda la ciudad (lienzo de multados en potencia; a menos que seas Banksy. Banksy es Dios).
3) Para leer no hace falta abrir tanto el libro.
Observad atentamente a El cristo de Corcovado en Rio de Janeiro. ¿Veis como tiene puesto sus brazos? Eso es lo máximo que debéis abrir un libro. Si cruje, no lo abráis más. Un codo funciona hacia una dirección, hacia la otra cruje. Tú puedes chillar, un libro no.
4) Las sobrecubiertas son parte del libro
Existen seres de oscuro corazón que quitan las sobrecubiertas (hasta aquí todo correcto) pero que jamás las vuelven a poner, y entonces se pierden por el mismo vórtice espacio-temporal por el cual desaparecen algunos calcetines; quedando así el libro totalmente desnudo y relegado a vivir en la más cruel ignominia en el fondo más recóndito y oscuro de la estantería.
5) Comer y beber o leer.
Se puede comer y beber y a la vez leer sin manchar ni una micra de papel, pero eso sólo lo consiguen algunos elegidos que han practicado durante años ese noble arte con la ayuda de ancianos maestros de largas y blancas cejas. Para los demás mortales aconsejo que es mucho mejor dejar el libro en un sitio seguro (tras haberle puesto el punto de libro) mientras se disfruta del banquete. Un libro es para leer, no para ir dejando un rastro de miguitas de pan al pasar las páginas.
Estas son las primeras cinco normas, de una larga y alocada lista, para mantener en condiciones un libro sin que yo pierda la cabeza. ¿Manías? ¿Rarezas? Tal vez. Pero también es una rareza el que haya escrito sobre libros sin poner ni siquiera una fotografía de un libro.
Completamente de acuerdo contigo. Así que sólo puede significar que,tienes toda la razón de como cuidar los libros,o es que estoy igual de loca que tú.
ResponderEliminarEstoy muy de acuerdo con todos los puntos. Hay quien hace verdaderas barbaridades a los libros!
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