jueves, 10 de diciembre de 2015

Con los muertos no se juega




Se puede jugar con el corazón de una pobre niña rica pidiéndole dinero para comprar libros y utilizándolo para pagarse a un par de profesionales del sexo... Se puede jugar con el miedo de una famosa modelo y actriz de cine, y asediarla con llamadas telefónicas y amenazadoras hasta hacerla enloquecer... Se puede jugar al escondite con un traficante de drogas, metiéndose en su discoteca y destrozándolo todo sólo para llamar la atención... Se puede jugar con las palabras y elaborar teorías literarias, revolucionarias e inconoclastas sobre autores clásicos de toda la vida y sus detectives de ficción, con la única intención de ligar... Se puede jugar con cueros y cadenas y mordazas y látigos... Se puede jugar en casa y en la calle, en el hospital, en el aparcamiento, en el asilo de ancianos, en el restaurante y hasta en casa de tu hijo, en compañía de nuera y nietos... Se puede jugar a policías y ladrones, y a investigadores privados, como los de las películas, y al ajedrez, y al parchís, y al póquer, y al mus, y hasta a la ruleta rusa... Pero con los muertos, no, eso sí que no: Con los muertos no se juega.



Con los muertos no se juega es la primera novela de la serie Àngel Esquius. Un detective que bien podría ser el ater ego de Flanagan pero ya adulto, con unas capacidades bastante asombrosas para la deducción pero que trabaja en una compañía de detectives algo mediocre. En esta novela además de irnos presentando a los personajes, algunos de ellos realmente histriónicos y otros que son clichés llevados al extremo, Andreu Martín y Jaume Ribera, los autores, nos embarcan en varios casos a la vez. Está el "importante", que resulta ser un asesinato bastante sangriento en el portal de un edificio, el otro es un caso de acoso a una miss y por último, y no menos interesante y sí muy curioso, las teorías que el protagonista va exponiendo a su clienta, apasionada de la literatura, sobre quién podría haber sido Shakespeare.
Se nota el aire adulto del libro en comparación con Flanagan, y no sólo en los casos, algunos de ellos más truculentos y enrevesados que los del detective adolescente, sino en la forma de pensar del protagonista, que es un viudo con hijos adultos y que debe convivir con la soledad. Pero sin duda hay algo que tiene en común con Flanagan, además de ser un buen detective, y es la atracción que produce en las mujeres, creándose en algún momento un cuadrángulo (no sé ni si esto existe) amoroso que le va a crear más de un quebradero de cabeza. La narración es fluida, con ciertos altibajos que no entorpecen y que tienen justificación ya que se van alternando escenas con cierta acción, investigación y vida personal del protagonista. 
Si algo se les da bien a los autores es crear personajes, tan creibles como raros, y en esta novela no iba a ser menos. Desde Beth, la compañera más joven de Esquius, díscola, divertida, con ganas de aprender y muy profesional, de la que es difícil no quedar prendado, pasando por Octavio que entre sus virtudes están la de ser un gañán sabelotodo, además de tener poco tacto en casi cualquier asunto, y acabando con el jefe, un tipo con cabeza en forma de bombilla al que le gustan los buenos coches y atribuirse los méritos de sus subordinados. Con un elenco así de personajes no es de extrañar que el libro también goce de una buena dosis de humor en el momento adecuado.

Con los muertos no se juega es una novela en la que los autores "esconden" al culpable y sólo lo muestran cuando ellos quieren, haciendo que al final todas las piezas encajen a la perfección y todo ello jugando al despiste, pero sin hacer trampas.

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