Se acabó el Salón del manga de Barcelona. Bueno, en realidad hace casi
una semana que lo hizo. No es que yo sea lento en reflejos, ni perezoso a la
hora de crear este tipo de entradas en el blog, es simplemente que necesito que
todo lo que he llegado a vivir, a sentir y experimentar en ese lugar, mi mente
lo acabé de asimilar. Soy de lenta asimilación, lo reconozco. Pero así, de esta
forma, luego escribo de una forma menos pasional. ¿Cuela? En fin, como decía,
el XXII Salón del manga de Barcelona ha terminado, y una vez más con cifra de
record: 142.000 visitantes. Unos 5.000 más que el año pasado. Este récord
empieza a ser una bonita costumbre. Lo que no es bonito son las largas colas
que se siguen formando para poder entrar. Yo, personalmente, tardé 50 minutos
en pasar por la puerta de acceso. Lo curioso es que el lunes todavía quedaban
entradas en taquilla, con una exigua cola de gente que entraba al momento. Es bastante
injusto que los que no son previsores y no han comprado su entrada por
anticipado se les “premie” accediendo al salón antes. Aquí la organización
sigue teniendo un grave problema, y los visitantes una vez más han protestado
sobre él por las redes sociales. Pero hablemos de lo que sí se hizo bien. Que fue
todo lo demás. Os haré un breve resumen de las once horas que pasé vagando por
ese mundo repleto de mangas, merchandising, exposiciones, videojuegos y
cosplayers.
Mi primera parada fue en el espacio gastronómico. Allí corrí como alma
que lleva el diablo para comprar un mochi y saborearlo. ¡Madre mía qué manjar!
Como no me había quedado lo suficientemente saciado decidí que sería una buena
idea ver uno de los talleres de cocina. De la mano de Risa Nagano, los allí
presentes, pudimos aprender (que por cierto no es muy difícil) como hacer mizu
mochi (mochi gota de agua). Gracias a unas cámaras ubicadas cobre la cocinera
no nos perdimos ni uno de los pasos que ésta dio hasta conseguir acabar el
postre. Por cierto, ¿por qué en este tipo de eventos siempre hay un maleducado
o maleducada que se levanta de su asiento para hacer fotografías, en vez de
estar atentos, tapando la visión de los demás? Supongo que es un misterio digno
de cuarto milenio.
Dejo atrás la zona gastronómica por que los aromas del lugar me dicen “compra
y come” y ni mi economía ni mi estómago daban para tanto. Aunque en mi fuero
interno sabía que más tarde volvería. Mi destino esta vez me lleva hasta la
planta 2: El espíritu de Japón. Como cada año este lugar está orientado a
mostrar toda la cultura que rodea al país nipón. Este año los visitantes podían
intentar en el taller de Sumi-e (pintura tradicional japonesa) dibujar algo
decente sin pringarse demasiado de tinta. Tres cuarto de los mismo con el
taller de escritura japonesa. Y una vez ya te habías pringado lo suficiente
podías ir a la sala de té a relajarte, a la de lectura o a que te enseñaran
movimientos básicos de Aikido.
Yo, personalmente, preferí disfrutar de las exposiciones. La primera fue
la de bonsáis: árboles que guardan cierta afinidad con Tyrion Lanister, aunque
éstos eran algo más agraciados. No lejos de esta exposición el artista Chisato
Kuroki nos mostraba lo que pueden hacer unas manos, un puñado de barro y un
horno. En la otra punta de este espacio podíamos descubrir a Miyamoto Musashsi,
un samurái legendario que repartió a diestro y siniestro por todo Japón y que
la sola mención de su nombre producía dolores intestinales a más de uno. Antes
de volver a la planta uno me entretengo un rato disfrutando de esa exposición
que muestra como la literatura y el manga han llegado a fusionarse, haciendo
que obras como La metamorfosis de Kafka o Don Quijote de Cervantes ahora sean
mucho más accesibles para todo tipo de público; sobre todo para aquel que pasa
de leerse los libros.
Antes de seguir con mi ruta me como otro mochi. Si es que lo sabía, sabía
que tarde o temprano volvería a la zona gastronómica.
Me voy directo al palacio 4. El lugar donde cómic Joso tiene sus
exposiciones y sus talleres de dibujo. Allí están también las asociaciones
españolas de Star Wars. Como buen fan de la saga no puedo dejar de hacer fotos
mientras me emociono. Es que uno tiene su corazoncito.
Mis pasos esta vez me llevan hasta la zona nueva: el palacio 5. Este año
se ha vendido a bombo y platillo sus chorrocientos mil metros cuadrados, pero
al llegar queda en evidencia que la mitad del espacio está vacía. Miremos el
lado bueno, hemos ganado en retretes. Y en los de esta zona ni siquiera había
cola. Un alivio para las chicas. Retomo el hilo de nuevo, que me pierdo, así os
cuento que en esta zona había un ring en el que un puñado de chavales se
estaban dando leña de la buena. Pero nadie salía herido, pues se practicaba
esgrima con armas acolchadas. Además de softcombat, aquí habían varias
exposiciones, como la de los inicios del manga o la de los monstruos
gigantescos que más veces han destruido Japón. Godzilla se llevaba la palma.
Una pequeña pausa para comer y a la sección de videojuegos. La mayoría
del palacio está enfocado al tema de este año: Yo-Kai Watch. Ya sabéis, el
chaval ese con un reloj que busca pokemons, esto…, quería decir yokais. Mis ojos
fijan su objetivo en una belleza: la NES mini classic. Lloró un poco de la
emoción, me recompongo y huyo del lugar humillado pero satisfecho. Pero, ¿qué
es eso que oigo? ¿Son tambores? En el exterior se está llevando a cabo un
concierto de taiko, tambores y flautas japoneses para crear una preciosa música
tradicional.
Vuelta a la zona gastronómica. Otro mochi y hago hat-trick. Mis rodillas
me avisan que si no me siento dejarán de funcionar así que decido tomar asiento
y ver de qué va el taller de cocina al cual han puesto un sugerente nombre: Las
7 bolas comestibles de Dragon Ball. De forma resumida os podría decir que tres
cocineros, con una gran imaginación, hicieron siete exquisitos platos en forma
de bola. ¡Qué delicia! ¡Qué hambre!
Todavía me queda un poco de tiempo para vagar por la zona de
merchandising. Ahora que hay menos visitantes se pasea con fluidez y se pueden
ver los tenderetes al completo. Sin tener que disfrutar de la vista del cogote
de alguien o tener que olerle el sobaco a otro.
Cuando por los megáfonos dicen
que queda un cuarto de hora para cerrar decido dar por zanjada la visita. Han
11 horas caminando, mirando y gozando del XXII Salón del manga de Barcleona. Un
salón que sin duda es único en Europa. Ahora solo queda pensar, y prepararse,
para el próximo salón del manga de Barcelona.
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