domingo, 17 de abril de 2011

Crónica de un día en el 29 Salón del Cómic de Barcelona (primera parte)

Entro al recinto en que se halla ubicado el Salón de Cómic con mi pareja de la mano y (como siempre en un sitio grande y con muchas cosas por ver) me asalta una duda:
¿Porqué Dios tiene la omnipresencia si no la utiliza? Con lo bien que me iría a mi ahora mismo. Como un humano del montón cojo la guía que entregan en la puerta y la hojeo por encima.
La primera parada es hasta el stand de Ficomic para cambiar la entrada por un cómic.
Blueberry nunca me ha gustado. Y menos desde la horrible película que se hizo para el cine. Pero menos da una piedra, así que lo guardo. El cómic que entregan a mi pareja tiene bastante mejor pinta: Los profesionales  de Carlos Gimenéz. Por suerte tanto uno como otro tienen final. Odio que regalen cómics de una saga o una serie abierta. De nuevo me repito: menos da una piedra. Ya son dos.
Desde el stan de Ficomic una enorme estatua de BlackSad llama nuestra atención. Nos encaminamos hacia ella y le hago un book fotográfico totalmente gratuito.

Comicats: miols entre vinyetes, así se llama la exposición dedicada a todo personaje del cómic que tenga rabo, orejas y maúlle (o casi).

BlackSad, Catwoman, el gato Felix, Doraemon, el compañero de Pafman del cual nunca recuerdo su nombre (pobre personaje secundario), el gato de Perich, y podría continuar hasta el fin de los tiempos (o al menos durante 5 minutos más).



Tras una gustosa sobredosis de mininos y mininas de cueros ajustados, nuestros pies nos llevan justo al otro lado, a una nueva exposición: Tarzan el rei del còmic.
Interesante la muestra de páginas originales y álbumes antiguos sobre el héroe y protector de la selva que Edgar Rice Burroughs creó.
Nuestras piernas de nuevo se ponen en funcionamiento hasta otra exposición: Historietes del 23 F.
Material dedicado al hecho en cuestión acaecido el 23 de febrero de 1981. En su mayoría son portadas y divertidas viñetas extraídas del gran semanario de humor El Jueves. Nos llama mucho la atención el sello que alguna de dichas portadas llevan estampado: la censura todavía movía algunos hilos.
Seguimos con nuestra visita. Ahora es cuando todos esos tenderetes repletos de cómics comienzan a atraerme como la miel lo hace con las abejas. Pero antes de que me zambulla en un mar de páginas repletas de historias un coche amarillo me deslumbra.

Bumblebee en su versión Camaro atrae muchísimas miradas mientras una gigantesca pantalla detrás de él pasa una y otra vez el trailer de la tercera película de Transformers. Miro en el interior: hay una luz roja e intermitente en el salpicadero. ¿Bumblebee me está hablando? ¿Quiere que le conduzca? Es sólo la alarma, y si me acerco a tocarlo seguramente las fuerzas de seguridad me disparen desde las alturas con un rifle de mira telescópica. Vale como mucho me echarían a la calle, pero así queda mucho más dramático.
Un poco de merchandising por aquí. Más cómics por allá. Y de pronto aparece una chica con más pintura encima que un cuadro de Velazquez.

Unas cuantas fotos a la habitante de Pandora y guardo la cámara. Mientras cierro la cremallera de la funda me asalta una duda:
¿ No era este Salón un especial zombies? ¿Dónde coño están? Vale, sólo llevamos media hora paseando por el recinto y aún nos queda tres cuartas partes por visitar. ¿Pero no deberíamos haber visto ya un poco de carne pútrida? O al menos un rastro de sangre...
Click aquí para ver la segunda parte.

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