Los
monstruos vagan a sus anchas por Arcópolis y se llevan a los niños a su sombrío
inframundo, dejando un rastro de destrucción a su paso. Solo un hombre puede
ayudarles: el justiciero Haggard West.
Por desgracia, Haggard
West ha muerto.
La ciudad de Arcópolis
está desahuciada pero, cuando se salvación llega bajo la forma de un semidiós
de doce años, nadie está más sorprendido que el propio «chico batallador»: así
llaman a Battling Boy.
Con esta escueta sinopsis se nos presenta
una de las historias más originales y épicas que rondan por el mundillo del
cómic desde hace un tiempo. Entremos con un poco más de detalle en el mundo de
Battling Boy. Entremos en el fantástico mundo, literal y metafóricamente
hablando, que Paul Pope ha creado. Arcópolis es una ciudad gigantesca;
realmente tiene el tamaño de un país. Y sus gentes vivirían tranquilas de no
ser por toda esa cantidad de monstruos que, como una organización mafiosa, pero
a lo bestia, les hace la vida imposible. Por suerte tienen un superhéroe que
cada dos por tres les saca las castañas del fuego: Haggard West. Él era como
una especie de Batman, pero con vestimenta estilo Rocketeer, y digo era porque
los monstruos de Arcópolis han conseguido lo que desde hace mucho tiempo vienen
intentando con cierto tesón: matarlo. Aurora West, su hija, ha prometido
venganza, pero por el momento, sin nadie que se lo impida, la ciudad empieza a
ser asediada por los monstruos. Cuando Arcópolis está más indefensa que nunca,
justo cuando su ejército se está enfrentando a unos de los monstruos más
poderosos, un chico llega del cielo y les salva. Battling Boy, el chico
batallador, acaba de hacer acto de presencia, ¡y de qué manera!
Paul Pope, dibujante y guionista americano,
tiene un curioso estilo en cuanto al dibujo se refiere. Mucho más cercano al
cómic europeo (y a las obras de Hugo Pratt en especial) que al americano pero
con la capacidad de mezclar ambos estilos y hasta de añadir sutiles notas de
manga. Su trazo es impulsivo y nervioso, digno de alguien que sufre el baile de
san vito. Labios turgentes, narices respingonas, cuerpos delgaduchos y en
ocasiones desgarbados, pero todos, completamente todos esos personajes visten
curiosas y realistas vestimentas. Mirad a Battlin Boy si no me creéis. ¡Es una
estrella del pop! ¿Y Haggard West? Parece que en su fondo de armario haya
ropajes de los años 40 a los 70. Paul Pope sabe vestir a sus personajes, bien.
Da mucha importancia a la ropa (atentos
a las camisetas del protagonista), perfecto. Pero además sabe cómo dotar de
movimientos a esos personajes y a su ropa. Saltos, puñetazos, cabriolas
variadas; todos con naturalidad, con suavidad, sin movimientos forzados. Y en
Battling Boy, que hay bastante acción, os hartaréis de contemplar bonitas
viñetas en las que el protagonista hace elenco de sus mejores movimientos de
combate. Del dibujo, pues, no hay quejas.
¿Del guion? Menos. La historia derrocha
imaginación y aúna géneros tan variados como las historias épicas de dioses
(griegos, romanos, nórdicos), ciencia ficción (en especial SteamPunk) fantasía
(mirad todos esos monstruos que rondan por ahí) y como no, superhéroes (Batman
sobretodo). Pero además de esto Pope habla del duro trance que es pasar de niño a adulto. Al final la mezcla es altamente explosiva y adictiva como una
droga. Las páginas de este primer número vuelan y no mucho rato después
estaréis deseando leer la segunda parte o, como mínimo, releer este Battling
Boy.
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