martes, 30 de agosto de 2016

Battling Boy



Los monstruos vagan a sus anchas por Arcópolis y se llevan a los niños a su sombrío inframundo, dejando un rastro de destrucción a su paso. Solo un hombre puede ayudarles: el justiciero Haggard West.
Por desgracia, Haggard West ha muerto.
La ciudad de Arcópolis está desahuciada pero, cuando se salvación llega bajo la forma de un semidiós de doce años, nadie está más sorprendido que el propio «chico batallador»: así llaman a Battling Boy.


Con esta escueta sinopsis se nos presenta una de las historias más originales y épicas que rondan por el mundillo del cómic desde hace un tiempo. Entremos con un poco más de detalle en el mundo de Battling Boy. Entremos en el fantástico mundo, literal y metafóricamente hablando, que Paul Pope ha creado. Arcópolis es una ciudad gigantesca; realmente tiene el tamaño de un país. Y sus gentes vivirían tranquilas de no ser por toda esa cantidad de monstruos que, como una organización mafiosa, pero a lo bestia, les hace la vida imposible. Por suerte tienen un superhéroe que cada dos por tres les saca las castañas del fuego: Haggard West. Él era como una especie de Batman, pero con vestimenta estilo Rocketeer, y digo era porque los monstruos de Arcópolis han conseguido lo que desde hace mucho tiempo vienen intentando con cierto tesón: matarlo. Aurora West, su hija, ha prometido venganza, pero por el momento, sin nadie que se lo impida, la ciudad empieza a ser asediada por los monstruos. Cuando Arcópolis está más indefensa que nunca, justo cuando su ejército se está enfrentando a unos de los monstruos más poderosos, un chico llega del cielo y les salva. Battling Boy, el chico batallador, acaba de hacer acto de presencia, ¡y de qué manera!



Paul Pope, dibujante y guionista americano, tiene un curioso estilo en cuanto al dibujo se refiere. Mucho más cercano al cómic europeo (y a las obras de Hugo Pratt en especial) que al americano pero con la capacidad de mezclar ambos estilos y hasta de añadir sutiles notas de manga. Su trazo es impulsivo y nervioso, digno de alguien que sufre el baile de san vito. Labios turgentes, narices respingonas, cuerpos delgaduchos y en ocasiones desgarbados, pero todos, completamente todos esos personajes visten curiosas y realistas vestimentas. Mirad a Battlin Boy si no me creéis. ¡Es una estrella del pop! ¿Y Haggard West? Parece que en su fondo de armario haya ropajes de los años 40 a los 70. Paul Pope sabe vestir a sus personajes, bien. Da  mucha importancia a la ropa (atentos a las camisetas del protagonista), perfecto. Pero además sabe cómo dotar de movimientos a esos personajes y a su ropa. Saltos, puñetazos, cabriolas variadas; todos con naturalidad, con suavidad, sin movimientos forzados. Y en Battling Boy, que hay bastante acción, os hartaréis de contemplar bonitas viñetas en las que el protagonista hace elenco de sus mejores movimientos de combate. Del dibujo, pues, no hay quejas. 


¿Del guion? Menos. La historia derrocha imaginación y aúna géneros tan variados como las historias épicas de dioses (griegos, romanos, nórdicos), ciencia ficción (en especial SteamPunk) fantasía (mirad todos esos monstruos que rondan por ahí) y como no, superhéroes (Batman sobretodo). Pero además de esto Pope habla del duro trance que es pasar de niño a adulto. Al final la mezcla es altamente explosiva y adictiva como una droga. Las páginas de este primer número vuelan y no mucho rato después estaréis deseando leer la segunda parte o, como mínimo, releer este Battling Boy

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