El arte, una vez abandona las disciplinas más habituales como son la
pintura, la música o la escultura, una vez traspasa esa frontera en la que un
libro en blanco abierto de par en par, un camastro herrumbroso colgando del
techo o una guitarra eléctrica siendo arrastrada por el suelo es considerado
arte, muta su finalidad comunicativa y se diluye en un sinfín de mensajes
complejos y confusos. Una toalla blanca bien dobladita sobre una mesa, ¿es
arte? Una piedra junto a otra de menor tamaño, ¿es arte? Recortar pedazos de
una guía de viajes y hacer una pelota con esos recortes, ¿es arte? Los límites
de la creación son insospechados, y en ocasiones un timo, y con esta máxima
Berliac, el autor del cómic que hoy nos ocupa, nos plantea una pregunta: ¿la
delincuencia puede llegar a ser arte?
Sadboi es un delincuente juvenil, un muchacho que cruzó el mar en
busca de una vida mejor y solo encontró el despreció de muchos y el beato
paternalismo de otros. De familia de acogida en familia de acogida el destino
de Sadboi se entremezclará con el del arte. Viendo una oportunidad en este
inesperado giro del destino, Sadboi intentará volcar todas las experiencias vividas
en su corta vida en montar una performance que no dejará indiferente a nadie.
Berliac es un ensayista, escritor de historias cortas y creador de
cómics nacido en Argentina. Berliac también es un gaijin mangaka, o lo que es
lo mismo, un autor de mangas que no es natural de Japón. En Sadboi Berliac
muestra un dibujo limpio y de línea gruesa que prescinde prácticamente de sombras
para dotar de más luminosidad al conjunto. Su estilo toma mucho del gekiga
(manga de los años 60 en el que las expresiones de los rostros eran de vital
relevancia) y un poquito del pop art. Con esta mezcla, y con una falsa
apariencia de simplicidad, Berliac dota a su historia, sobre todo a partir de
los rostros de los personajes, de un dramatismo que va in crescendo hasta ese extraordinario
momento de clímax que es la performance del final.
Con Sadboi (publicado por Sapristi Cómic) el autor no solo nos muestra
el complejo, en ocasiones confuso, a veces tramposo, lenguaje del arte moderno,
sino que nos muestra que hay entre bambalinas, cómo se crea una obra y por qué
el artista decide llevarla a cabo; a pesar de que ésta pueda llegar a ser un
fraude. El protagonista, gamberro algo naíf que se escuda tras una faz de tipo
duro, se torna en inolvidable a medida que vamos conociendo toda su trágica
historia. Y mediante ese puzzle de recuerdos, Berliac construye una compleja y
profunda crítica sobre la integración de los inmigrantes, los esfuerzos que estos
llegan a hacer y dónde les lleva su futuro si al final fracasan.
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