Daenerys Targaryen intenta mitigar el rastro de sangre y fuego que deja en las Ciudades Libres e intenta erradicar la esclavitud en Meereen. Mientras, un enano parricida, un príncipe de incógnito, un capitán implacable y un enigmático caballero acuden a la llamada de los dragones desde el otro lado del mar Angosto, ajenos al peligro que se cierne sobre el Norte, y que sólo las menguadas huestes de uno de los reyes en discordia y la Guardia de la Noche se aprestan a afrontar.
Danza de dragones retoma la historia justo después de los acontecimientos acaecidos en Tormenta de Espadas, siguiendo en paralelo a Festín de Cuervos y adelantando lo narrado en el cuarto libro.
Por fin volvemos a reencontrarnos con todos esos personajes que en Festín de Cuervos echamos tantísimo de menos.
En este tomo son fácilmente diferenciables los dos afluentes que nutren el río de la historia: Poniente por un lado, con luchas y traiciones por el poder cada vez más cruentas y una guardia de la noche, con Jon Nieve al mando, que más que nunca deberá tomar decisiones vitales. Y por otro lado están la tierras libres y Daenerys Targaryen que en un lugar indómito y salvaje intentará mediante pactos encontrar la paz y la democracia que tanto anhela, aunque varios frentes y situaciones peliagudas intentarán por todos medios impedírselo.
George R.R. Martin vuelve a la carga con una narración directa, con las florituras necesarias para embellecer pero sin sobrecargar la prosa de poesía innecesaria, midiendo así los tiempos para explicar una situación sin hacerla eterna. Y aún así, en algunos tramos de la historia, la paja y los nombres,motes, casas y títulos de personajes de alta alcurnia engordan capítulos restando así agilidad a la narración. Historias y personajes secundarios de relleno que por fortuna no afectaran la trama principal.
Los diálogos y los pensamientos, una vez más, son uno de los puntos fuertes. Diálogos repletos de soltura, credibilidad y un poco de mala leche, y pensamientos de fina ironía (sobretodo para un pequeño personaje en particular) y dulce traición que meten al lector más de lleno en la historia y en el pellejo de algunos personajes.
En esta nueva entrega de Canción de Hielo y Fuego el lector no parará de sorprenderse ante las inesperadas decisiones que toman los protagonistas o los impensables giros de la trama, que los llevará a crear alianzas jamás imaginadas, los hará reaparecer después de mucho tiempo perdidos o incluso, algunos, llegarán a perder todo el poder que alguna vez por nacimiento llegaron a poseer. Pero sobretodo es la forma en la que los retuerce y estruja (personajes y trama) George R.R. Martin lo que resulta más atrayente de esta novela.
En Danza de Dragones lo fantástico es mucho más perceptible (sólo hace falta echar un vistazo a la magnifica portada de Corominas) debido sobretodo a las escenas en las que los dragones de Daenerys son los protagonistas. Y quizá eso pueda tirar hacía atrás a más de uno que se perdería la forma progresiva y muy sutil en la que esta fantasía va apareciendo y lo bien que encaja, sin desentonar, con todo el puzzle épico-fantástico-medieval que George R.R. Martin monta y desmonta a su antojo sin llegar a completarlo, pues siempre se guarda varias piezas para dejar con la boca abierta al lector.
Danza de Dragones no defrauda pero le falta el empuje que tenían las tres primeras entregas. Sí mantiene la esencia, algo más que suficiente para que el lector quede hipnotizado hasta las últimas páginas en las que más de uno puede pensar que esta novela parece ser el largo prólogo de algo más grande, más épico y más fantástico (o al menos eso esperamos algunos).
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